4. REFLEXIONAR: LAS NEVERAS Y EL MEDIO AMBIENTE




La primera nevera “para las masas”, y ya con una unidad de refrigeración integrada en el propio aparato, fue la serie de modelos Monitor de General Electric hacia 1927.  Estas neveras (de las que se fabricó más de un millón) utilizaban dióxido de azufre como refrigerante, algo no muy recomendable, ya que es tóxico. Por cierto, algo en lo que no hemos mejorado precisamente desde entonces es la calidad de fabricación: hay bastantes Monitor que siguen funcionando hoy, ochenta años después.

Naturalmente, hoy en día no se emplea dióxido de azufre como refrigerante. Sus sucesores fueron gases llamados clorofluorocarburos (CFC) como el triclorofluorometano o el diclorodifluorometano, comercializados por la empresa Dupont con la marca “Freón”.

Sin embargo, los CFC, aunque no eran tóxicos, resultaron ser muy peligrosos en otro sentido: al liberarlos a la atmósfera tomaban parte en una serie de procesos que hacían disminuir el espesor de la capa de ozono, de modo que con el tiempo éstos también fueron sustituidos por muchos otros (hoy en día se emplean muchísimos diferentes), no tan nocivos para el medio ambiente.

En 1987 se firma el Protocolo de Montreal para restringir el uso de los compuestos CFC que se revelaron como los principales causantes de la destrucción de la capa de ozono. En los frigoríficos modernos se usa el refrigerante HFC-134a 1,2,2,2 -tetrafluoretano que no daña al ozono-.

También existen otros sistemas de refrigeración que no emplean la compresión, como los de Efecto Peltier. Uno de los pioneros del refrigerador fue Charles Tellier, que en 1867 inventó un dispositivo destinado a fabricar hielo. Entre 1868 y 1869 se centró en el análisis del frío industrial y sus aplicaciones. Pronto se dedicó a la fabricación de aparatos frigoríficos para la conservación de los alimentos. Introdujo el éter dimetílico y la trimetilamina en la industria, y en 1876 consiguió construir el primer frigorífico plenamente funcional.